viernes, 25 de febrero de 2011

UNO QUE NI SIQUIERA DEBE SER CANDIDATO


A continuación, mi columna Nube XXI, publicada en el diario Portal este viernes 25 de febrero.

EL MITO DE CORDERO
José Luis Herrera Arciniega
Tal parece que una especialidad de los secretarios de Hacienda mexicanos es el expresar francas sinrazones, más que su supuesta habilidad para manejar las finanzas públicas del país. Difícilmente se olvidará la frase del salinista Pedro Aspe, cuando sostuvo que la pobreza en México era “un mito genial”. El verdadero mito sería la presunción de que Aspe fue un funcionario juarista y eficiente.
            La figura del actual secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, se equipara a la de Aspe, con la afirmación –luego medio desmentida por Cordero- de que hay familias mexicanas que, con seis mil pesos al mes, tienen para pagar la letra del coche, la hipoteca de la casa y hasta para enviar a sus hijos a colegios particulares.
            No ha faltado quien otorgue a este Cordero el beneficio de la duda: posiblemente estaba pensando no en pesos, sino en dólares. Ahí sí le concederíamos la razón: quien cobre el equivalente a seis mil dólares cada mes, bien puede pagar coche, casa y estropear la vida a los hijos en escuelas privadas.
            El problema es que hay muchos, muchísimos mexicanos que no ganan ya no digamos esa cantidad en dólares, sino que ni siquiera lo hacen en pesos. Además, y como lo sabe cualquier estudiante de maestría becado por CONACYT, seis mil pesos es una suma precaria aun para que una sola persona, ya no digamos una familia, se mantenga, en esta etapa de supuesta inflación bajo control.
            Al menos la sinceridad de Cordero nos convence de algo: él no podrá ser el tercer presidente panista. Qué bueno que no se apunta en la lista de presidenciables del PAN, pues si así lo hiciere, le saldría muy caro. No le bastarían ni seis mil ni más pesos para que olvidáramos su profundo alejamiento, o extremo cinismo, respecto de la auténtica realidad de los mexicanos en los tiempos del cólera calderoniano.

PARA QUÉ LEER, POR QUÉ

VALEN LA PENA EL MUNDO Y LA LECTURA

La Comisión de Derechos Humanos del Estado de México y la LIV Legislatura estatal editaron en 2003 el libro El derecho humano a un medio ambiente sano, volumen que reunió a los trabajos ganadores y aquellos cuya publicación fue recomendada, de los 280 participantes en el sexto certamen de ensayo sobre derechos humanos a que había convocado la oficina del ombudsman mexiquense. Entre ellos se incluyó mi ensayo “Ambiente y derechos humanos: un cambio de modelo”, que viene al caso por mi decisión de rematarlo con estos versos de Juan Domingo Argüelles:
           
Vale la pena el mundo;
sus rencores, sus iras, sus canciones;
nosotros nos morimos y le damos sentido,
lo hacemos navegable con nuestros hijos,
lo llenamos de aromas, de cieno, de basura,
lo llenamos de amor, de piedad, de esas cosas
que la vida nos da y la vida nos quita.

Se trata del poema “La vida”, perteneciente al libro Como el mar que regresa —Xalapa, Universidad Veracruzana, 1990, p. 74—, una muestra de la gran calidad de Juan Domingo Argüelles en tanto poeta. Otra vertiente de su trabajo escritural es su a estas alturas prolongada serie de reflexiones acerca del acto de la lectura, dada a conocer en gran parte a través de la sección cultural de El Financiero. Ahí, Argüelles ha expuesto su original pensamiento acerca del problema de impulsar el hábito de la lectura particularmente entre los mexicanos, lo cual no es algo fácil de conseguir, pero tampoco es la panacea que resuelva los grandes problemas de la humanidad —o de la humanidad en su versión mexicana— en el momento actual. No exagero si califico a este autor como un especialista en los temas relacionados con el hábito de la lectura, o su ausencia, en nuestro país.
            Por ello propongo se revise a continuación el ensayo “¿Dijeron políticas de lectura?” con el que Juan Domingo Argüelles ocupó el espacio central del suplemento Campus, en el diario Milenio, este jueves 24 de febrero. Su largo alcance se explica por sí solo.

¿Dijeron políticas de lectura?
Juan Domingo Argüelles

Hace cosa de cinco años, el escritor José Saramago dijo que “leer libros siempre ha sido y siempre será cosa de una minoría y no vamos a exigir a todo el mundo la pasión por la lectura”.
La ministra de cultura de Portugal se declaró sorprendida ante tales declaraciones, porque Saramago, en ese entonces, había aceptado formar parte de un programa para incentivar la lectura entre los jóvenes.
El escritor, por su parte, respondió que su voluntarismo a favor de la lectura no le impedía mirar la historia y realidad como eran, y añadió: “mal andan las cosas si resulta necesario estimular la lectura, porque nadie necesita estimular el futbol”.
Explicó: “leer puede ser una necesidad, pero no tiene por qué ser algo obligado, y no voy a ser yo el que diga si leer es bueno o es malo, pues cada quién tiene que elegir su propio camino”.
Con esta declaración, Saramago dinamitó su monumento. Y todo porque, con gran incorrección política, contradijo la Verdad Cultural que ha venido animando por décadas el discurso voluntarista de la lectura y lo que los gobiernos han dado en llamar las “políticas públicas de lectura” que, en general, no son otras cosa que simple política o, peor aún, demagogia.
La ministra portuguesa de Cultura y otros funcionarios se mostraron políticamente escandalizados y culturalmente defraudados, pero Saramago dijo lo que pensaba y valoró menos la comodidad que la verdad.
Lo que dijo no era otra cosa que esto: todos podemos leer libros, pero no todos nos convertiremos en lectores; todos podemos escribir, pero no a todos se nos dará la vocación de escritores.; leer libros es estupendo y puede ser necesario, pero no por ello vamos a hacer de la lectura de libros una rotunda obligación.
Alessandro Baricco y Alberto Manguel, entre otros ilustres escritores-promotores del libro, ya lo habían dicho también, casi con las mismas palabras de Saramago. Baricco aconsejó a los jóvenes leer pero no vivir en “el adentro” de los libros, sino en la realidad palpitante, y Manguel sentenció que los lectores de libros han sido siempre minoría y que probablemente lo serían también en el siglo 32, aunque planteó esta ironía: “los lectores son una élite, pero una élite a la cual todo el mundo puede pertenecer”.
Lo que pasa es que los políticos (incluso los que se ocupan de las carteras de Educación y Cultura) casi no leen o sólo leen las cosas que les afectan. Sartre dijo que los artistas, escritores y lectores autónomos no se convierten fácilmente en ministros de Cultura, a menos que crean de verdad que pueden aportar más como políticos que como artistas, escritores e intelectuales. En México, indudablemente, tales fueron los casos de José Vasconcelos y Jaime Torres Bodet, aunque decir esto no sea de gran corrección política.
Desde hace años he venido sosteniendo, en mis libros y artículos, puntos de vista más cercanos a los de Saramago, Baricco y Manguel que a los de los ministros de Educación y Cultura, pues considero necesario que la lectura, como tema, deje de ser utilizado con fines exclusivamente políticos, administrativos y estadísticos, y recupere su sentido de realidad.
Voy al grano. Todos los gobiernos inoperantes o fallidos se agarran como de un clavo ardiendo de las estadísticas triunfales o triunfalistas para tratar, así sea inútilmente, de mejorar su imagen aunque no mejoren su país.
En el caso de los gobiernos que presentan un más que evidente fracaso en la educación, de lo primero que echan mano es de lo intangible (que convierten en estadístico) para presumir mejoría de indicadores, aunque la realidad diga lo contrario.
El Problema de la Lectura (con las mayúsculas de rigor), por su carácter noble y porque conmueve mucho en general a los intelectuales, es de las primeras cosas que apañan, para mejorar, dicen, sus índices, y siempre mencionando como modelos e ideales a seguir a naciones como Francia, Japón, Canadá y, especialmente, ya como lugar común, a Finlandia.
Aunque suene estridente decirlo, me temo que a estos países los alcanzaremos cuando en Francia, Japón, Canadá y Finlandia aparezcan cuarenta ejecutados por día, veinte descabezados y uno que otro colgado de los puentes vehiculares. ¿Es terrible? Claro que sí, pero no por lo que digo, sino por lo que dice, todos los días, la realidad.
En el asunto de la lectura hemos llegado a simplificaciones realmente tontas. He escuchado decir a no pocos colegas escritores, varios de ellos de gran nivel intelectual y gente que quiero y admiro, que los que cortan cabezas es porque no leyeron un buen libro a tiempo. Esto es confundir las cosas, vivir en la luna y no saber distinguir las causas de las consecuencias. El problema del crimen organizado no es un problema de lectura, sino de descomposición social. Y es algo gravísimo como para andar con estas metáforas de falso lirismo.
El Pozolero, El Mochomo, La Barbie, el Jota Jota y demás no son consecuencias directas de la falta de lectura, sino de la ausencia de un Estado de derecho eficaz y de una verdadera democracia en la que son sin duda importantes la educación, la cultura y la lectura, pero tanto o más importantes otros aspectos (económicos, políticos, sociales, etcétera) que quienes viven fuera de la realidad (por vivir todo el tiempo dentro de los libros, especialmente de ficción) no advierten.
Es una torpe ingenuidad pensar que la lectura de un libro a tiempo hubiera librado a la sociedad mexicana de estos delincuentes. Es obvio que en un país de estructuras sociales, económicas, políticas y educativas sólidas no estaríamos hablando de El Pozolero, sino quizá de un buen profesionista o de un buen técnico que, por lo mismo, no podría imaginar siquiera que, en otra vida, y en medio de otra realidad, hubiera podido convertirse en El Pozolero.
Lo que ocurre con muchos escritores e intelectuales mexicanos es que viven fuera de la realidad: en su torre de marfil, escribiendo y leyendo. Y sólo ponen un pie fuera de su torre cuando toman un avión para ir a recibir un premio, dictar una cátedra como profesores visitantes o asistir a un congreso de escritores en Londres, París, Berlín, Barcelona, Madrid, etcétera. Confunden la realidad con su idealidad.
Hay quienes, aparte de escribir y leer libros, no hacen ninguna otra cosa, y sobre todo no hacen una cosa fundamental: pensar por sí mismos y desarrollar un espíritu crítico e impugnador de la triste realidad de su país. Viven en una irrealidad. “Tal es el caso de muchas personas muy cultas —escribe Schopenhauer—. Acaban siendo incultas de tanto leer”. Es verdad: en muchas de estas personas, la lectura ha reemplazado el pensar, hasta que gradualmente pierden la capacidad de decir algo si no es a partir de la invocación de autoridades librescas. De seres humanos pensantes hemos pasado a seres humanos leyentes. Curiosa involución de la inteligencia: la escuela está empeñada en enseñar a leer, pero no le apura demasiado enseñar a pensar, porque enseñar a pensar desarrolla, entre otras cosas, una natural oposición al poder, la mentira y el autoritarismo.
La verdad es que los secuestradores, asesinos, sicarios y criminales en general no es que lo sean, directamente, porque no acudan a la librería Gandhi a comprar el último libro de Carlos Fuentes o el más reciente de Gaby Vargas, ni porque sean ajenos de los círculos de lectura. Son secuestradores, asesinos, sicarios y criminales porque constituyen el fiel reflejo de un país atrasado, o arrasado, no sólo en educación, cultura y lectura, sino también en economía, política, trabajo, equidad, etcétera. Una nación que tiene a más de veinte millones de compatriotas en el exilio estadunidense, por falta de trabajo en su tierra, no puede estar mejor en educación ni en lectura.
En México, desde hace mucho tiempo, pero especialmente desde que llegó la tecnocracia al poder, se quieren mejorar las cifras sin que cambien las estructuras sociales. Se desea fabricar lectores en serie sin que lo demás (y no digo sólo la educación) se modifique.
Ahora las autoridades educativas, lo mismo federales que locales, han salido con el discurso de que la descomposición social y la ruptura de la convivencia armónica se deben, en gran medida, a que la gente no lee y al hecho de que los padres de familia no atienden a sus hijos o no los “acompañen” en su proceso formativo. Lo dicen y lo repiten incansablemente, como una forma de resbalar la responsabilidad o, para ser más precisos, la irresponsabilidad gubernamental.
Ya es habitual que amigos y conocidos de Monterrey, Chihuahua, Ciudad Juárez, Tampico, Cancún, Chetumal, la Ciudad de México, etcétera, te refieran que han sufrido directamente la negra experiencia de haber sido no ya digamos asaltados (que ahora es lo de menos), sino levantados, extorsionados y secuestrados, o relatan el secuestro o el asesinato de algún familiar o amigo, o te dicen que conocen a personas que han tenido que huir del país por temor a que los asesinen. Los que pueden irse, desde luego. Los otros se quedan aquí.
Seguramente, todos estos abusos los cometen, en general, personas que no han leído a Platón ni a Shakespeare. Pero éste no es el problema. El problema no es la falta de Platón ni la falta de Shakespeare, no nos hagamos tontos. El problema es la falta de justicia en un país del sálvese quien pueda. En estas circunstancias, lamento decirlo, leer o no leer a Platón y a Shakespeare resulta lo de menos.
Lo curioso es que incluso en el caso de la lectura hay contradicciones e ironías que nos dejan helados. Los que encuentran las motivaciones del crimen organizado en la falta de lectura o en la falta de educación, tendrían qué explicar los extremos terribles a los que hemos llegado en México en este terreno. Recientemente, la policía capturó a un profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana (maestro en Comunicación) que, en complicidad con cuatro alumnos universitarios de Psicología, Química e Ingeniería, se dedicaba a los delitos de pedofilia y pornografía infantil. En este caso, mucho tendría que explicar un sistema educativo que ha privilegiado las destrezas, las habilidades y el conocimiento, pero no la ética ni el humanismo.
Pero, siendo sinceros, lo más escandaloso del asunto es que tampoco resultaría muy sorprendente que el profesor pornógrafo infantil fuese un profesor de ética, porque en el sistema educativo mexicano podemos sacar diez en ética y ser, al mismo tiempo, unos cabrones, o bien sacar diez en lectura sin que seamos lectores. Esta es la desgracia de un sistema educativo que persigue cifras y no realidades.
Los discursos y la propaganda ennoblecedora, a propósito de la educación y la lectura, ya son la vacuidad total, sin la falta de sustento en nada. Veo a mis hijos y a mis sobrinos y a los hijos de mis amigos, y a muchos otros adolescentes y jóvenes, hartos realmente de los discursos ennoblecedores sobre lectura y de la coacción para que lean lo que no desean leer o para que lean y lean y lean en lugar de hacer otras cosas. Y veo que muchos programas y campañas a favor del libro acaban convirtiéndose en acciones de la Campaña Nacional de Vacunación Contra la Lectura. Creer que todo se resuelve con spots y con lemas es una de las mayores desgracias de este país. Todo el tiempo, y para todo, nos ponen una espotiza: lo mismo para votar que para leer.
No debemos generalizar, pero es el caso que, desde hace al menos cuarenta años, estamos con el mismo discurso de la falta de hábitos lectores y lo primero que se nos ocurre es enfatizar la lectura como deber, sin tomar demasiado en cuenta que nuestros escasos niveles lectores provienen, en gran medida, como lo diagnosticó Jorge Ibargüengoitia, de una cultura de la obligación. En estos tiempos la realidad es peor y, sin embargo, seguimos con la misma canción.
Es natural que todos hagamos proselitismo de nuestras aficiones y, a veces, casi religión de nuestras convicciones. Lo hacen los cinéfilos, los músicos, los pintores y por supuesto los lectores. Pero, en el caso de la lectura y la escritura, hemos perdido de vista que lo fundamental no es ser cada vez mejores lectores ni cada vez mejores escritores, desde un punto de vista técnico, sino cada vez mejores personas en medio de una realidad que, por desgracia, no favorece la formación de mejores personas.
Ser más cultos (cualquier cosa que esto signifique) no es un gran adelanto si no somos capaces de comprender la realidad y a los demás. Hay lectores que confunden la inteligencia con el conocimiento; lectores ávidos y sagaces, eruditos incluso, que acumulan mucho saber, pero que no parecen muy conscientes de que ciertas actitudes y acciones contradicen su muy sólida inteligencia. Personas que creen que, porque leen libros (o porque tienen los más altos títulos académicos), son siempre mejores seres humanos, aunque siempre den prueba de lo contrario.
La verdad es que se puede ser un perfecto cabrón con libros o sin ellos. Pero si decimos que leer nos mejora siempre, tenemos la obligación de dar muestra de ello siempre. Porque si bien podemos comprender que un no lector se comporte con patanería, después de entonar nuestro libresco discurso de mejoría humana estamos impedidos nosotros de hacerlo.
Por todo ello, hay que dejar de vivir en la luna y aterrizar en la realidad. Leer libros no es una panacea para resolver los graves problemas que enfrenta actualmente el país, porque antes que cualquier cosa lo que la realidad nos muestra es que la escasa lectura de libros es el menor nuestros problemas. Alguna vez lo dije y hoy lo repito: para leer mejor es necesaria una realidad mejor. No le carguemos los muertos a la falta de lectura y ni siquiera toda la culpa a la educación. En México, la educación y la lectura no podrían estar mejor que todo lo demás.

jueves, 17 de febrero de 2011

EL CAPÍTULO XXX DE TIERRA DE NADIE

Cuando cursaba la parte final de mi bachillerato en una escuela localizada en Xochimilco, en el D.F., conocí por vez primera la obra del uruguayo Juan Carlos Onetti. No me recupero todavía del estupor ante su prosa, en particular la del capítulo XXX de una de sus novelas iniciales, Tierra de nadie, libro que leí raudamente en la biblioteca de esa mi hace mucho tiempo desaparecida escuela. No lo volví a leer, el capítulo, sino en marzo de 1995, cuando mi amiga la periodista Celeste Ramírez me regaló el libro con motivo de mis cristianos 33 años. En seguida recupero esas desconcertantes líneas onettianas. (En: Juan Carlos Onetti, Tierra de nadie, Madrid, Editorial Debate, 1992, pp. 107-108. La primera edición de la novela es de 1941.)

Juan Carlos Onetti
Tierra de nadie
XXX

“Y está también el pausado brillo misterioso del pelo suelto en la almohada. Hay un codo rugoso bajo el oscilante seno izquierdo y éste queda rodeado, redondo y dormido en el ángulo del brazo. Un hilo de aire que sopla de tu boca o de la mañana roza el velo sombrío junto al sueño del seno, defendiendo la noche de tu cuerpo. Aquí la mañana, los hombres pesados y graves que despiertan sin ganas, quemándose el pecho con el café amargo y humeante. Allí tus sueños, el silencio y la mañana.
            “Ella y yo nos inclinamos atentos sobre tu cabeza quieta por donde pasean pies ligeros y absurdos. Es como la sola vez que te vi dormir. Pero entonces era el amor y ahora es el misterio.
            “Te miramos. A veces una mano se me va a tu mejilla para despertarte, para que parpadees veloz y asombrada, lágrimas y niebla de la noche y me oigas contarte que han pasado tantas cosas en mí, en la vida, y que sin embargo no ha pasado nada. Decirte nada y mirarte y emocionarme con nuestra antigua mirada. Pero el miedo quiebra mi mano y quedamos quietos y curvados mirando tu cara. Ya el sueño escapa de tu sueño lejano y obstinado. Como la luz grisada que vence las cortinas, las extrañas cosas y las locas personas que te llenan van desbordando en la habitación.
            “Lentos brotes se hinchan y crecen, enlazan los muebles, frotan los rincones con sus enormes ojos ciegos. Nosotros, la mañana, el aire que fuiste meciendo en la noche, la mano perdida en la sábana, el pezón vinoso y replegado, todos somos tu sueño.
            “Flotamos suaves y veloces, murmurando ansiosos nombres de Dios, largos ruegos obscenos, palabras violentas y unos secretos que estaban rezagados y acabamos de encontrar, somos angustias, bocas redondas de pescados, luna escamosa, arenales, rutas, y el hombre de negros anteojos que asoma desde el piso treinta y saluda con su revólver y el fresco manojo de lilas a la cosa inmunda que trota las calles. Es el misterio de tu tierra dormida, la habitación nunca vista, la vieja sala embrujada con el bronce sucio de los candelabros, el piano desdentado y amarillo, el traje de baile perdido en el diván y la alfombra de extraviados dibujos con su vieja mancha de sangre y el esqueleto de una rosa, aplastado.
            “Pero otra vez cae rota la mano que alzaba hasta tu hombro, tu mejilla, tu labio pesado y mustio. Porque quería contarte que han pasado cosas, tantas cosas en la vida y que, sin embargo, nada, nunca pasa nada.”

miércoles, 16 de febrero de 2011

CHOQUE DE DERECHAS

Cada viernes procuro cumplir con una colaboración semanal en el periódico toluqueño Portal, en la forma de mi columna Nube XXI. A continuación presento la correspondiente a este viernes 18 de febrero.
Nube XXI
CHOQUE DE DERECHAS
José Luis Herrera Arciniega
Resulta fácil coincidir con aquellos que opinan que la versión remasterizada de la guerra de los pasteles no es sino un choque entre dos derechistas, casi políticos. En esta esquina, Felipe Calderón; en esta otra, Nicolás Sarkozy. En el fondo están haciendo lo mismo: crear una burbuja mediática, un conflicto absurdo, para incitar fervores patrióticos que hagan olvidar un rato los verdaderos problemas de sus respectivas naciones.
            El presidente francés está empujando el hombro para que la secuestradora Florence Cassez –se supone que en esa calidad la justicia mexicana decidió privarla de la libertad- vea transcurrir su condena en Francia, es decir, que eventualmente sea indultada cuando pise suelo europeo. Sarkozy se encarama en el nacionalismo más canallesco, sobre todo si se toma en cuenta que desde su gestión como ministro del Interior galo, su especialidad fue arremeter contra todos los inmigrantes que, ilegales y todo, aportan su vitalidad a la fría vida del viejo, rancio, anquilosado continente europeo. Una estrategia, seguramente, para que los franceses se olviden un rato de los problemas del desempleo, etcétera.
            Acá, por estos rumbos, Calderón se indignó. Ordenó el boicot a las actividades culturales que, en homenaje a México, iban a realizarse en Francia a lo largo de este año. Apela implícitamente a otro nacionalismo, el arraigado en el viejo triunfo de aquel juarista 5 de mayo que, oh paradoja, es fecha que más festejan los chicanos que los que aún no nos hemos ido del territorio azteca.
            En verdad, no están saliendo bien las cosas ni al uno ni al otro. La realidad es más amplia y compleja que el más caro de los chovinismos posibles. O dirían los clásicos: la vida es un camote; agarre su derecha.

ENCRUCIJADAS HUMANÍSTICAS

TODOS LOS MIÉRCOLES, ENCRUCIJADAS HUMANÍSTICAS

Los miércoles, a las 21:00 horas, se transmite en la señal de Radio Mexiquense en el 91.7 de Frecuencia Modulada, "Encrucijadas Humanísticas", una coproducción entre esa estación y la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de México. El coordinador del programa es Martín Mondragón Arriaga, el productor es Luis Antonio López y la conducción está a cargo de Lourdes Ortiz Boza y José Luis Herrera Arciniega.
La emisión se dedica a analizar temas diversos desde la óptica de las humanidades, y en ella se han tratado aspectos relacionados con la democracia, la literratura, la libertad de expresión y la historia del mundo contemporáneo.

domingo, 13 de febrero de 2011

DÉCIMA LECTURA-EXPRESIONES LATINAS

A contrario sensu

Ab initio
Ad hoc
Ad infinitum
Ad libitum
Ad valorem
A fortiori
A  posteriori
A priori
Bona fide
Cogito, ergo sum
Conditio sine qua non
De facto
De jure
Dura lex sed lex
Erga omnes
Errare humanum est
Ex nunc
Ex post facto
Ex tunc
Ex profeso
Grosso modo
In abstracto
In dubio pro reo
In extenso
In extremis
In fine
In fraganti o In flagranti
In loco
In memoriam
In procedendo
In situ
Inter alia
In vitro
Ipso facto
Lapsus calami
Lapsus linguae
Lato sensu
Magister dixit
Modus vivendi
Motu proprio
Mutatis mutandis
Non liquet
Non plus ultra
Per se
Per capita
Post scriptum
Praxis
Prima facie
Statu quo
Sui generis
Ut supra
Vox populi, vox Dei
Veni, vidi, vinci
Verbi gratia
En sentido contrario
Desde el principio
Para un fin determinado, especialmente para
Al infinito
A voluntad, a elección
Según el valor
Por fuerza, con mayor razón
Con posterioridad, después de
Con anterioridad, antes de
De buena fe
Pienso, luego existo
Condición sin la cual no (necesaria)
De hecho
De derecho, jurídicamente
Dura es la ley, pero es la ley
Ante todos
Es propio del hombre equivocarse
Desde ahora
Después de haberlo hecho
Desde entonces
De propósito, con particular intención
A grandes rasgos, aproximadamente
En lo abstracto
En la duda se favorece al reo
Por entero, con todos sus pormenores
En los últimos instantes de la existencia
Al final
En el momento en que se comete el delito
En el mismo lugar
En recuerdo
En el procedimiento
En el mismo sitio
Entre otras cosas
En probeta, en el laboratorio
Inmediatamente, en el acto
Error de pluma
Error de palabra
En sentido lato, sentido amplio
El maestro ha dicho
Modo de vivir
De propia, libre y espontánea voluntad
Cambiando lo que se debe cambiar
No está claro
No más allá
Por sí, por sí mismo
Por cabeza, por cada persona
Después de lo escrito
Práctica
A primera vista
En el estado en que
De su propio género, o único
Como arriba
Voz del pueblo, voz de Dios
Vine, vi, vencí
Por ejemplo


NOVENA LECTURA-EL INFORME

EL INFORME
Judith Avilés Gómez.[1]
¿Qué es un informe o trabajo escrito?
En términos generales se puede decir que es el relato, descripción, explicación de algún hecho o evento, que se da como respuesta a las preguntas que nos hemos formulado en torno a él.
Sin embargo, en un sentido más estricto y hablando del tipo de trabajo o informe escrito que te es solicitado en la escuela, se puede decir que se trata de un estudio de cierta extensión y profundidad, acerca de algún tema que exige un juicio valorativo o una opinión de tu parte.
Debido a que tu interlocutor no se encuentra contigo pero debe entender todo lo que tú deseas transmitirle, el trabajo escrito requiere que seas:
a)      Claro, de manera que la persona que lo lea entienda lo que tú deseas.
b)      Preciso, concretándote sólo a los asuntos más importantes del tema y pasando por alto todo aquello que por ser secundario dificulta la comprensión.
c)      Directo, al presentar la información pertinente, evitando los rodeos.
d)     Razonado, fundamentando tus apreciaciones con datos fidedignos.

¿Qué hago para elaborar un informe o trabajo escrito?
Tú puedes definir tu estilo personal para hacer trabajos escritos, a partir de las etapas que son necesarias. Estas [son las] etapas:
a)      Elección del tema.
b)      Delimitación del tema.
c)      Selección de información.
d)     Organización de la información.
e)      Redacción.

a) Elección del tema:
Este primer paso tiene dos posibilidades: una, que el tema haya sido decidido y asignado por el maestro; la otra que te corresponda a ti su elección.
            En el primer caso debes estar seguro de que comprendes bien la idea que el maestro tiene sobre el tema. Para ello, puedes pedirle orientación acerca de cómo ha previsto su desarrollo.
            En el segundo caso, si la elección del tema la haces tú, hazla principalmente con base en tus preferencias personales. Ten en cuenta que si el tema te disgusta o es contrario a tus convicciones, exigirá de ti un esfuerzo mayor y quizá no logres desarrollarlo satisfactoriamente.
            Considera igualmente que el informe o trabajo escrito es una oportunidad de conocer nuevos temas. Así no es preciso que el tema elegido sea aquel en que tienes gran dominio, puede ser alguno que haya despertado tu interés y del cual no sepas gran cosa.

b) Delimitación del tema:
Ya definiste tu tema. Ahora, lo que procede es delimitarlo.
            Delimitar un tema significa identificar las partes o subtemas de que se compone y sus interrelaciones.
            Lo que obtienes como resultado de delimitar el tema es un indice temático. Para obtener tu índice temático debes tomar dos decisiones interrelacionadas: la amplitud y profundidad que le darás al tratamiento del tema.
            Profundidad es el grado de complejidad y riqueza con que analizarás el tema.
            Por lo general un tratamiento amplio (extenso) del tema en cuanto a los elementos que incluye, dificulta la profundidad (detalle), y viceversa.
            Por ejemplo,  si tu tema es el agua, puedes desarrollarlo ampliamente desde el punto de vista químico, físico, biológico, social, económico, histórico. Pero este desarrollo te impedirá que lo profundices en cualquiera de ellos.
            Si deseas profundizar en el estudio del agua desde el punto de vista químico, tendrás que centrarte más en él y olvidarte de otros enfoques.
            La amplitud y profundidad con la que elabores tu trabajo depende de tu propio interés así como del tiempo de que dispongas, del material que vayas a consultar y de la expresión que tengas prevista.
            Para decidir los subtemas que conformarán tu índice temático, lo único que tienes que hacer es definir todas las ideas que se te ocurran acerca del tema. No te preocupes si por el momento estas ideas te parecen inconexas o desorganizadas, te ayudarán a precisar tus inquietudes e intereses sobre el tema.
            No te preocupes si por el momento estas ideas te parecen inconexas o desorganizadas, te ayudarán a precisar tus inquietudes e intereses sobre el tema.
            Por ejemplo, para el tema “La propaganda” se te pueden ocurrir las siguientes ideas:
            -Qué es la propaganda.
            -Tipo de público o grupo social al cual se dirige.
            -Calidad real y aparente del producto o servicio anunciado.
            -Origen y desarrollo histórico de la propaganda.
            -Técnicas y procedimientos que utiliza en la actualidad.
            -Valoración ética de la propaganda.

c) Selección de información.
Ahora es necesario seleccionar más a fondo los materiales y la información que te servirán para desarrollar cada subtema.
            Para ello puedes obtener información de libros, tesis, revistas, periódicos; o en museos, galerías, entrevistas personales con especialistas y, por supuesto, en la biblioteca.
            Aquí decides en qué materiales, autores y datos apoyarás tu trabajo.

d) Organización de la información.
Para iniciar este paso estudiarás la bibliografía que seleccionaste (o realizarás las visitas y entrevistas que hayas planeado), con el fin de obtener información que anotarás en fichas de trabajo, las cuales serán la base de tu informe.

e) Redacción.
Es el paso final; implica una primera redacción del “borrador”, su revisión y corrección y la redacción definitiva.
            Para iniciar la redacción del borrador, elabora el índice general de tu informe o trabajo escrito. Debe contener las siguientes secciones:
            -Una introducción en que expongas brevemente el tema que se va a desarrollar, las razones por las que lo elegiste, el enfoque con que se desarrolla, qué apartados conforman tu trabajo o informe escrito y lo que trata cada uno de ellos.
            El fin de la introducción es dar al lector una idea general de lo que desarrolla el trabajo en cuestión. Paradójicamente, la introducción se redacta al final, cuando ha sido terminado el trabajo y se tiene la visión global. De lo contrario, serían necesarias tantas correcciones y modificaciones a la misma, como las que le hubiesen hecho al trabajo durante su elaboración.
            Capítulos que se refieren al desarrollo, propiamente dicho, de los subtemas elegidos, siguiendo el orden del índice temático.
            Puede ser que cada subtema dé origen a un apartado, o bien, que dentro del mismo apartado se agrupe a varios subtemas. Esta sección constituye la parte central de tu informe o trabajo escrito. Es lo que tú quieres decir sobre el tema elegido. Las conclusiones generales que se derivan de los capítulos y en las que expones tus propios juicios valorativos, destacas lo valioso e importante, informas sobre los límites del desarrollo del tema y de tus conclusiones, sugieres posibles vías para trabajos futuros sobre el mismo tema.
            Todo ello ayuda a enfatizar tu posición ante el tema desarrollado.
            La bibliografía (y otras fuentes) consultada, que da la opción al lector de acudir a las fuentes originales, si acaso desea profundizar sobre algún aspecto en particular.
            El índice general que da estructura a tu trabajo, te ayuda a determinar los subcapítulos que componen cada capítulo al que pertenece. Puede ser el que le diste en el índice temático.
            Antes de redactar el borrador de cada sección, trata de responderte esta pregunta: ¿cómo quiero decir las cosas? Te ayudará a definir el estilo general de tu trabajo, que puede ser:
            -Descriptivo, señalando características, detalles, cronologías.
            -Expositivo, explicando paso a paso cada aspecto, ilustrándolo con ejemplos y analogías para su mejor comprensión.
            -Argumentativo, señalando lógicamente pros y contras de cada aspecto, apoyando tus afirmaciones con datos, citas, hechos, experimentos.
            Cualquiera que sea el estilo general que elijas, deja ver claramente cuál es tu posición ante el tema.
            Si citas textualmente a algún autor, deja muy en claro si te adhieres o te opones a su opinión y por qué.
            Cuando hayas terminado esta primera redacción en borrador, revisa que no hayas dejado fuera del escrito información importante de tus fichas de trabajo; que estén tratados todos los subtemas según el índice temático; que sigan un orden lógico; que no haya contradicciones internas en lo que has dicho; que no haya frases sueltas que no apoyan tus argumentos, o frases incompletas, o frases oscuras o ambiguas.
            Revisa, igualmente, en qué partes puedes incluir ilustraciones, diagramas, cuadros, que hagan más claro y ameno lo que tratas de decir.
            Modifica tu escrito según lo requieras, hasta que el paso de un aspecto a otro sea fluido y claro.
            Procede a la redacción definitiva.
            Atiende a la claridad y pertinencia del lenguaje que utilices; procura usar términos sencillos. Evita el caló, los extranjerismos y tecnicismos.
            Utiliza frases breves. Cuanto más extensa sea una frase, mayor es la probabilidad de cometer errores gramaticales y de perder la línea del argumento o razonamiento (lo mismo vale para los párrafos).
            Usa frases directas, no inviertas el orden del sujeto y su acción o complemento. Varía las frases utilizadas. Evita muletillas y estribillos.
            Evita digresiones del tema central; busca que cada párrafo se concentre lógicamente con el que le antecede y el que le sigue.
            No abuses de la puntuación, pues la lectura con muchas pausas resulta cansada.
            Para cada aspecto haz primero una afirmación y apóyala en seguida con datos, ejemplos, ilustraciones, pruebas, etcétera.
            Siempre di lo que es –no lo que no es- el tema o subtema que estés desarrollando.
            Utiliza todas las palabras que sean necesarias pero evita la redundancia, la repetición y los rodeos.
            Por último, dale un título a tu trabajo que dé la idea exacta de lo que trata. Evita los títulos largos.


[1] Avilés Gómez, Judith (1996), Guía de autoestudio. Metodología del aprendizaje a distancia, 2ª. ed., Cuernavaca, CESAD-Fundación Morelense de Investigación y Cultura, S.C., pp. 49-53.