miércoles, 2 de marzo de 2011

LECTURA VEINTINUEVE-PIRATAS CIBERNÉTICOS

CONTRADICCIONES DEL SISTEMA
Víctor Roura

(El Financiero, 26 de enero de 2011.)

La piratería es un acto reprobatorio de las autoridades… siempre y cuando no provenga de sus iniciativas, tal como ocurre con frecuencia dentro de sus instalaciones, ya vigilando a personas o empresas, ya destruyendo papeles inconvenientes, ya corroborando datos de su interés. Se ha sabido que incluso criminales han trabajado, y continúan haciéndolo, para los gobiernos como hombres clave para detener —o localizar— a determinadas personas, consideradas detractoras del sistema establecido.
Ahí está ese odio súbito por hackers como el australiano Julian Assange, pero adorados como Mark Zuckerberg, ahora —debido sobre todo a su abultada cuenta bancaria— hasta denominado Hombre del Año, cuando hace poco, antes de estar al frente de su Facebook (para lo cual eliminó mezquinamente a sus primeros socios y casi hermanos), era un vulgar hacker de la prestigiada Universidad de Harvard, cuyo sistema colapsó por haberse inmiscuido ilegalmente para averiguar las medidas de todas las jóvenes de dicho colegio y organizar, a su manera, un burdo concurso para ver cuál de todas era la chica más atractiva de esa academia. No hay que olvidar que el ahora mocoso respetado millonario apoderado de Facebook dijo que todos aquellos que se involucraban en las redes sociales eran unos “putos y estúpidos” por su ociosidad, esa misma que lo ha llevado a ser, hoy, uno de los hombres más ricos de Estados Unidos, rodeado de lujos y de, por supuesto, hermosas mujeres, a las que ya no tiene necesidad de hackear para saber el tamaño de sus caderas.
Hay que recordar que el propio fbi, luego de detener a Albert González por delitos informáticos, y después de valorar su astucia hackeadora, ¡lo contrató para hacer pesquisas a la gente que no convenía al gobierno estadunidense!, tras lo cual (apenas en 2008), y desde las propias oficinas de esa agencia de servicios de investigación norteamericana, tuvo acceso —junto con su banda—, ¡a 180 millones de cuentas de tarjetas de crédito! Claro: ahora está condenado a vivir en la cárcel hasta el año 2025, cuando esté por cumplir apenas 44 años.
Éstas son, pues, las clásicas, predecibles e infortunadas contradicciones de un sistema que no se guarda respeto hacia sí mismo, porque su balanza la mueve de manera descaradamente parcializada. ¿Por qué unos hackers son tan favorecidos mientras otros son denostados y humillados? ¿No todos deberían correr la misma fortuna por ser piratas indeseables? ¿Por qué, como siempre, el dinero, el demasiado dinero, es el que crea las asombrosas diferencias y distingos? ¿Por qué las políticas, en todo el mundo, se diseñan bajo los ordenamientos y las alianzas que documenta el poder de los dólares?

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